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En el marco del 25 aniversario luctuoso



Modernidad y vanguardia, muestra que invita a recordar el legado de Luis Ortiz Monasterio
Comunicado No. 1244/2015
17 de julio de 2015


Integrada por obras, documentos, fotografías, libros y herramientas, en el Salón de la Plástica Mexicana
A fin de recordar al escultor Luis Ortiz Monasterio en su 25 aniversario luctuoso se inauguró la muestra Modernidad y vanguardia que, hasta el 9 de agosto, exhibe una serie de esculturas en diversos materiales.
En el Salón de la Plástica Mexicana y bajo la curaduría de Adolfo Cantú, la exposición reúne obra proveniente de cuatro colecciones, así como documentos, fotografías, libros y herramientas de quien es considerado uno de los grandes maestros de la escultura en México.
En entrevista, Adolfo Cantú indicó que la muestra es una excusa para recordar a Ortiz Monasterio en su 25 aniversario luctuoso y la gente conozca más de su trabajo, pues “lo conocen sin conocerlo”, ya que su obra se encuentra en diversas partes de la ciudad y el país.
Y es que, dijo, entre sus obras destacan la fuente monumental de Nezahualcóyotl, ubicada en Chapultepec; las tallas que realizó en la Plaza Cívica de la Unidad Independencia del IMSS, las columnas y el ocelote que engalanan el Centro Médico Nacional Siglo XXI, el Monumento a la Madre y los frisos de la Normal de Maestros, sin olvidar los relieves de motivos aztecas que se encuentran en el IMSS de Oaxtepec.
El curador destacó que lo más importante de Ortiz Monasterio es que fue de vanguardia. “Él va delante de todos, si me dicen cuál es el gran maestro de la talla directa del siglo XX, es Monasterio; no ha sido reconocido a ese nivel, pero de que es, es el más grande y eso que en México hay muchos escultores en esa época”.
En su obra, añadió, “podemos ver desde una pieza clásica hasta una evolución que va hasta la abstracción máxima, un pedazo de bola pegado. No trajimos en esta ocasión piezas muy pesadas, porque son piedras y metales de toneladas. Monasterio era así, o trabajaba piezas pequeñitas o unas piezas monumentales que necesitaríamos grúas, pero es decir, va, hace todo el recorrido desde el realismo, el surrealismo, pasa a la abstracción, al figurativo escultórico y se vuela”.
Por ello Adolfo Cantú consideró que se trata de un escultor completo, “él es vanguardia, va tan adelante que nadie lo va a comprender”, a grado tal que el mismo artista reconocía que nunca fue de los escultores que pudieron vender su obra.
“Era terrible, trabajaba, es decir, si hay un escultor que realmente quiso y decidió ser escultor es él, a pesar de todo, de sufrir, de mal vivir, de mal comer, es increíble”.
En Modernidad y vanguardia, Adolfo Cantú trata de mostrar lo que es Ortiz Monasterio, desde su talla directa hasta como creador de obra monumental y para dar una visión del entorno en que vivió, presenta documentación, fotografías de sus vivencias en Los Angeles, California, y de su proceso de creación, muestras de talla directa, libros y revistas, así como herramientas con las cuales trabajaba.
El espectador podrá apreciar piezas en bronce, como San JuanMaternidad a la madreMaría AsunsoloCabeza trenzadaMujer surrealista sentadaCabeza Monumento a la MadreEscudo Nacional y frisos olmecas, además de Cabeza femenina en madera tallada y Doble desnudo en terracota.
Luis Ortiz Monasterio fue uno de los 50 grandes artistas de su época que inició su carrera de escultor en San Carlos, para luego ser miembro fundador de instituciones como el Salón de la Plástica Mexicana, la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda y la Academia de Artes. Entre los reconocimientos que recibió destaca el Premio Nacional de Bellas y Artes.
La muestra Modernidad y vanguardia se presenta junto con la exposición colectiva Salón de escultura, con obra de los miembros del Salón de la Plástica Mexicana, desde sus fundadores hasta artistas contemporáneos que han merecido pertenecer a la agrupación.
El público podrá admirar piezas como Teozintle Coatl, de Salvador Pizano; Pensador, de Silvia Tinoco; Torso de mujer dualidad, de Ramiro Medina; Desnudo, de Abel Ramírez; Camino en el tiempo, de Roavi; El trono, de Alejandro Quijano, y Forma horizonte, de José Téllez, entre otras.
Ambas exposiciones estarán abiertas al público hasta el 9 de agosto en el Salón de la Plástica Mexicana, ubicado en Colima 196, colonia Roma Norte, de lunes a sábado de 10:00 a 18:00 horas y los domingos de 10:00 a 14:00 horas. La entrada es libre.

En 1920 cursó un año en la Escuela Normal para Maestros y estudió dibujo, grabado y escultura en la Academia de San Carlos.
Seis años más tarde, Alfredo Ramos Martínez, entonces director de la institución, le asignó una plaza como profesor, de acuerdo con información publicada en el portal electrónico "biografiasyvidas.com".
Posteriormente, el joven artista impartió uno de los talleres de la Escuela de Escultura y Tallado, donde compartió sus conocimientos con decenas de estudiantes.
Sus obras empezaron a ofrecer un amplio abanico estilístico, así como una vasta interpretación de la antigüedad clásica, egipcia, india e indígena, con un marcado tono realista, refirió el perfil difundido en "biografias.com".
En 1925 viajó a California, donde estudió y trabajó, y se acercó a las obras de artistas como Auguste Rodin (1840-1917), Constantin Brancusi (1876-1957) y Wilhelm Lehmbruck (1881-1919).
En 1927, regresó al país y obtuvo una plaza como profesor de dibujo en la Escuela de Maestros Constructores de la Secretaría de Educación Pública, e incluso fue en una de sus salas de arte donde realizó una de sus primeras exposiciones, con dibujos y tallados en madera.
Al año siguiente volvió a Los Ángeles, donde realizó su primera exposición individual en la Book Shop Gallery, y posteriormente, en la Gump´s Art Gallery, en San Francisco, de acuerdo con el sitio "museoblaisten.com".
De 1932 a 1934, impartió clases en el país y esculpió obras monumentales por encargo, la primera de ellas "El llamado de la revolución", tallada directamente en piedra, y "El esclavo", que se extravió.
El escultor continuó con la antigua tradición de "La piedra de Miguel Ángel", no obstante, sus obras continuaron reflejando su espíritu nacionalista apreciable en "El soldado herido", y años después el "Monumento a los defensores de la ciudad de Puebla" (1946).
En 1935, realizó una de sus obras consideradas magistrales, "La victoria" donde presentó la gloria bajo un concepto moderno con raíces en el mundo clásico, elementos que mezcló y repitió en tres más de sus obras "El nacimiento de Apolo" (1936) y "La Venus" (1937).
En 1936 presentó montó una exposición en la Galería Nacional de México. Entre 1946 y 1948 ejecutó los altorrelieves de la fachada de la Escuela Normal de Maestros, donde en 14 paneles representó el desarrollo de la cultura universal desde las tradiciones judeocristiana y la clásica, hasta la evangelización de los frailes, así como el desarrollo de la cultura nacional, desde la Independencia hasta el Zapatismo.
Entre 1955 y 1956, Ortiz Monasterio creó uno de los proyectos escultóricos más significativos, la monumental "Fuente de Nezahualcóyotl", ubicada en el Bosque de Chapultepec, y en la que logró integrar la escultura y la arquitectura, de acuerdo con el portal "conaculta.gob.mx".
Fue el precursor de la plaza cívica de la unidad habitacional Independencia y en el Centro Médico Nacional esculpió la columna y el emblemático escudo del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
En 1948, fue invitado por el arquitecto Carlos Villagrán, a participar a su lado en el concurso de un periódico y el Departamento del Distrito Federal para la realización del "Monumento a la madre", del que resultó ganador.
A mediados de la década de los sesenta, se dedicó más a la obra íntima de caballete. Después de haber desarrollado realismo en sus grandes monumentos, creó obras con tendencia al arte abstracto, cercanas a las esculturas de Henry Moore, pero empleó elementos del arte prehispánico.
En 1967, fue galardonado con el Premio Nacional de Bellas Artes, y un año después fue miembro fundador de la Academia de las Artes.
Luis Ortiz Monasterio fue además uno de los integrantes de la generación vanguardista de artistas inmersos en la encrucijada del arte emanado de la Revolución del país.

A lo largo de casi 70 años de producción integró los valores plásticos de las tradiciones escultóricas precolombinas, el legado artístico de Occidente y una constante búsqueda por el indiscutible valor universal. Murió el 16 de febrero de 1990 en su ciudad natal.





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